domingo, 29 de octubre de 2017

Querido Klark.

Un relato de Paco Bravo.

           No había motivo para seguir vivo ya. Las nanas de cuando niño habían sido olvidadas, ya nada importaba. Por consiguiente, también había prescrito esa angustia tórrida que a sus anchas, y en clamor de mi desamparo, notablemente me mantuvo en estos desiertos de asfalto.
            Klair, tez pálida y sonrisa de colegiala, fragancia de mi vida, que yacía en mis regazos durante cuatro primaveras. Veinte años, los que ella cumplía y a los que yo me transportaba cuando me deslizaba por su piel. Le susurraba nanas de mi infancia, y en su jocosidad máxima arañaba cual indignada, entre un humor macabro y romántico, de oscuros pensamientos que desembocaban en abrazos tiernos… Pero tuvo que perecer, y con ella mi tristeza y a la vez salvación, que me valieron cuatro años de mendicidad salvaje, hasta que encontré a Marie.

            Marie. La reina de mi segunda alcoba, musa de los primeros planos inmortales de mi vida (o muerte), bálsamo de gloria, a ella le debo mis emociones más elevadas. Diez años; diez años de reposo, donde el tiempo no existió, danzando en la luna, en una Luna que no me atenazaba ni me surcaba hacia los mares de la soledad, ni me empujaba a la sed de vida, hacia ese miserable hambre al que uno nunca se acostumbra. Hacia esa miserable deleznable que por mucho que vistiera siempre dejaba ese hedor penetrante que ahogaba y obligaba a encontrar sangre. Marie, me enseñó a cantar, a brindar sin que haya hazaña, a soñar sin que haya anhelo, a vivir, a existir. Cada mes, y sin que de arrepentimiento me librara, sin que Marie, cual Klair anteriormente, se cerciorara, ahondaba en los callejones de los barrios marginales a buscar la sangre más ruin, miserable (pero humana) manteniendo mi muerte a precio de la vida de otro, por soez que fuera. Diez años, rectificando estrategias de engaño que con Klair no sirvieron, pero con Marie, sí. Pero Marie se cansaba, de ir de ciudad en ciudad, de encontrar en los cambios la rutina, de que mi Mal recóndito subyacente palideciera mis pupilas y las risas de la vida (muerte). De nuevo, y esta vez, por su amenaza de abandono, que me condujo a esa repetitiva angustia tórrida, a ese Mal implícito que siempre me aprisionó; Marie pereció.


            Y ahora… Ante la cadena de los días, de nuevo, hijo bastardo de la luna, disuelto en ausencia, excluido, no sé si de la vida o de la muerte (qué más da)… Ahora, que ya no recuerdo las nanas de cuando niño, que los boleros ni de Klair ni de Marie ni de la humana que fuera no inciden en mis atardeceres; ahora, que soy la miseria vacua e inerte, sin sangre humana que mi existencia bajo ningún concepto justificara, me abrazó en desconsuelo hacia una nueva etapa; llamémosla vida o muerte, amor u odio, risa o miedo, tedio o sueño, existencia o ausencia.

La trilogía Halloween

Un poema de José Ruiz Anagaru.
anagaru.es / @agaruartist

LUNA LLENA

Oscurece en el horizonte.
La luna llena se asoma entre las nubes.
Me corro atravesando las montañas y
el viento azota mi vergüenza.
Mi verga sale de mis pantalones buscando...
Desesperada...
Aullando...
Las mujeres del pueblo corren.
Se encierran en sus casas,
esconden a sus hijitas.
Los campesinos meten los tapones de corcho
de las botellas de vino en sus peludos culos.
Sale la luna llena y
me follo hasta a Harry Potter.

Me llaman...

El hombre POLLA.


SANGRE

Antes de que el Sol se levante,
saldré a morder cuellos.
Taciturnos, oscuros, grasientos.
Con olor a rosas,
caramelizados.
Puede que caiga también
algún que otro chochito.
Pero sobre todo litros.
Litros.
Litros.
Y litros de SANGRE.


ÁNGELA

Dos copas.
Una botella de sangre rosada del 69.
Un bonito camisón de seda sobre Ángela.
Ella cuenta 219.
Yo solo 35.
El bordado del escote deja ver un pezón.
Brindamos y la beso.
Ella sonríe. Sus grandes ojos grises me miran.
La luz de las velas brilla en sus colmillos blancos.
Se abalanza sobre mí. Muerde mi alma.
Bebe, querida mía.
Bebe.

La bolsa.

Un relato de Sergio Manuel Sánchez
Puedes seguirlo en Cortocreando y también en Twitter @cortocreando

Ya era de noche cuando salí de la oficina y cerré la puerta con llave. No quedaba nadie en aquel antiguo edificio repleto de asesorías, despachos de abogados y notarías. Caminé por el largo pasillo que conducía al ascensor, cuyas paredes cubiertas con madera vieja y oscura parecían absorber la luz. El silencio era tal que podía oír mi propia respiración. Por eso, cuando alcancé el final del pasillo, me sorprendió encontrar a una persona inmóvil junto a las puertas del ascensor. Era un hombre muy mayor, con el pelo canoso, que vestía un traje negro y sostenía una bolsa de basura de grandes dimensiones. Casi podría pasar por el conserje del edificio, pero yo sabía que no lo era. Me acerqué a su lado y le dí las buenas noches, pero no contestó. Deduje que tendría problemas de oído y no le di mayor importancia. Pero después de esperar un buen rato a que se abrieran las puertas mecánicas, sentí que algo extraño pasaba, sobre todo al ver que el botón del ascensor estaba apagado. Miré al señor de la bolsa y le pregunté si no lo había pulsado, pero seguía sin reaccionar a mis palabras. Por algún motivo no me sentía cómodo junto a aquella persona y decidí bajar por las escaleras. Empecé a caminar en dirección contraria, buscando la salida de emergencia, cuando escuché unos pasos detrás de mí, junto con el sonido producido al arrastrar una gran bolsa de plástico por el suelo. Aceleré la marcha, pero seguía escuchando aquellos pasos cada vez más cerca. Me detuve bruscamente y giré sobre mí mismo, intentando sorprender a mi asaltante, pero no había nadie en el pasillo, solo una bolsa de basura. Salí corriendo sin importar lo que pudiera contener.

Happy Hills

Un poema de Fran Campos
Instagram y Twitter @francampos88

Pobre niño triste,
mírenlo, sucio y haraposo,
esto no es algo concebible en nuestra mágica ciudad.

¡Todo el mundo es feliz en Happy Hills!
¡Ven pequeño, sonríe como todos nosotros!
¿No puedes?
¡No te preocupes! ¡Solucionaremos eso!
¡Coge mi mano! ¡La vieja Ángela te ayudará!

¡Vistámosle con esas ropas impolutas!
¡Traedme ese collar cubierto en terciopelo!
¡Vayamos a la plaza! ¡Solucionemos este triste momento!
¡Hoy serás nuestro invitado estrella! ¡Sube al atril!

¿Ves? ¡Todos te sonríen! Ahora atemos fuerte alrededor de tu cuello.
¿Se siente suave el cordón de terciopelo?
¡No estés nervioso! ¡La soga está atada! ¡La gente te está aplaudiendo! 

Hoy pondremos fin a tu triste vida. ¡Nadie debe ser infeliz en Happy Hills!
Joven muchacho, ¡no llores! ¡Ya no habrá más llanto! ¡Mira a los demás!
¡Todos te animan y sonríen! ¡Contemos hasta tres!

Uno...
Dos...
¡Tres!

¿Oísteis su chasquido al caer?
¡Otra alma infeliz a la que ayudamos!
¡Ahora cavemos juntos su fosa!
No dejaremos que nadie sea infeliz,
en Happy Hills.

sábado, 28 de octubre de 2017

EDITORIAL

Un FANZINE casposo y a la antigua. Absténganse modernitos y applemaníacos.

     No había internet. No había ordenadores. Casi no había ni máquinas de escribir. Pero sí había FANZINES. Lo único que hacía falta era un grupo de personas con ganas de hacer cosas. No se pensaba mucho. Mandaba más el corazón. Como debe de ser en estos casos. Un par de recortes pegados en un papel, y un montón de hojas llenas de historias. De pensamientos. Nadie se preguntaba si lo que estaba escribiendo le gustaría a los demás. Ni en el qué iban a opinar. Simplemente se tenía una idea y se plasmaba en forma de FANZINE. Luego, se llevaba a la papelería del barrio y se hacían un montón de fotocopias, y a repartirlos por el mundo.

     La pluma sin tinta es un sueño añejo. Un pensamiento recurrente en mi cabeza, que después de varios intentos al fin ha visto la luz. Gracias a "Los Paquitos" y a Sergio Sánchez por su colaboración, y a Juanfra por la distribución física.

     Sin más os dejo con el nº1 de La pluma sin tinta. Un FANZINE casposo y a la antigua. ¡Disfrutadlo! Y recordad, absteneos modernitos y applemaníacos 😈😈😈

José Ruiz.

Portada nº1