Orilla del mar esmeralda (Albert Bierstadt)
EL MAR
Un relato de Jose
Gutiérrez Soler
El mar, ese cúmulo de sensaciones antediluvianas, ese cortejo
entre vida y muerte, esa vasta inmensidad que provoca locura y asombro por
igual. El mar, la mar, mar. Indescriptible lo que cada uno siente más que para sí
mismo, puzzle sin fin de lágrimas y risas ahogadas por la sal.
Desde los tiempos donde no había lenguaje hasta el fin de
nuestra estirpe, el mar ha sido, y será una incógnita perenne e inamovible, una
fuerza que nos arrastra a temeridades inscritas en nuestro ser, un espíritu
indomable que nos pone en nuestro sitio, nos hace ser humildes y precavidos,
pues los que no escuchan la advertencia de espuma y sal, sin remedio dejan de
preocuparse por cuestiones mundanas y terrenales.
Incompletas son las explicaciones filosóficas y románticas las
de la poesía, para cada cual, es una bestia o un amante insaciable, ya que
aunque nos da mucho más de lo que exige, su precio es definitivo y vacía es la
negociación, cuando el mar quiere algo, lo consigue.
Como en nuestras pesadillas, en él viven criaturas de otros
planetas del conocimiento, seres más allá de la comprensión o aceptación
humanas, con propósitos más cercanos a las reglas del universo que a nuestra
torpe y primitiva concepción de la vida. Sus misterios serán ocultos por
siempre, no somos dignos de vislumbrar su completo poder de concepción. El mar
es un dios primigenio y atemporal, pues estaba aquí antes de nuestro tiempo y
estará al acabar nuestro último grano de arena de ese reloj que no paramos de
intentar romper.
Por ello yo te lloro, pues veo lo que los míos te hacen día a
día, con nuestras vidas consumidas en un suspiro, te condenamos por milenios.
Así cederemos sin remedio a tu voluntad y a tu inminente castigo de hambre y
dolor.
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