37 CLAVELES
Un poema de Fátima Frutos
Dedicado a los
37 marineros españoles del submarino republicano C-3, hundido el 12 de
diciembre de 1936.
Madre, yo tengo miedo de ahogarme sin verte de nuevo.
Sin decirte que no hemos perdido y proseguir tu rastro por
la orilla.
¡Madre, que yo quiero ver Cartagena en tus pupilas!
¡Compañeros!
España está más adentro que nosotros y Málaga a casi
cuatro millas.
¿Cuántas veces os dije que era justa la lucha de la flota
republicana?
¿Cuántas que El
limonar nos contempla? Con columna de humo que asalta.
Madre, yo quiero templar en la lejanía tus entrañas de
azabache,
para que roces mi pelo hundido con tus lágrimas tras el
ataque.
Rasgué mi casaca de la Armada, cuando supe que más no te
vería.
Al viento he consagrado mis ansias de libertad, mi patria
y mi osadía.
La proa se inclina, vamos caídos a estribor y toda una
llamarada es mi voz.
La voz de los que perecemos, capitán, con la República en
mitad del corazón.
Demasiado vacío, madre mía, el que nos espera en la
profundidad.
Más de sesenta metros de coral anaranjado en forma de
eternidad.
Al frente, alcornoques, pinsapos, murallas rocosas y
cuevas marinas,
agallas de marineros valerosos, bravura que flota por
entre las encinas.
Madre, yo quiero despedirme de ti con claveles rojos y un
abrazo.
Vestido de ámbar y lila, como esa bandera que se asemeja a
una misiva.
Sin aire en los pulmones, herido por torpedo, mi esperanza
es memoria asida.
Prendido de tu vientre voy, rajado ya el casco, a tu útero
vuelvo hecho retazo.
Madre, diles que recuerden mi nombre cuando esté sumido,
cuando sea en el Mediterráneo burbuja latente y aire
compungido.
Y no me abandones ahora que oigo el eco de tus pasos,
enjuto.
En mis sienes, las olas cautivas, espuma de puertos y
marejadas.
Y yo descubriendo el tiempo que me engulle junto a mis camaradas.
Caminas de prisa por El
Palo como una niña transida de emoción y luto,
tras mi alma de hombre libre, tras la contienda que a tus
hijos retalla,
preñada de antorchas, campos hambrientos y frentes de
batalla.
Madre, yo tengo miedo de ahogarme sin verte de nuevo.
Madre, abrázame ahora que bajo los claveles sobrevivir
puedo.
Precioso y emotivo poema. Enhorabuena!
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