EL ALCACHOFAZO (Parte 1)
Un relato por Fran Kapilla
Permítanme
que les hable del suceso del 30 de agosto de 1993. A la tórrida y abrasante
hora de las cuatro de la tarde, tuvo lugar una batalla de titanes, un
enfrentamiento de dos fuerzas temibles que haría estremecer los cimientos del
deporte. Me refiero, claro está, al partido de fútbol entre el equipo del
colegio La Biznaga de Málaga contra el equipo del colegio Los Girasoles de
Churriana. Aquel partido pasará a los anales de la historia deportiva como uno
de los más duros que jamás se ha conocido.
Ríanse de los
partidos finales del Mundial de fútbol de cualquier año... lo que se vio
aquella tarde, está grabado a sangre y fuego en las mentes de quienes lo
presenciaron.
Como es
sabido, los niños del colegio La Biznaga de Málaga, eran, en aquella época,
rivales eternos y absolutos de la gente del colegio Los Girasoles de Churriana.
No había encuentro en el que la fiereza de ambos contrincantes, acabase en
lesiones y una amalgama de vituperios que se reflejaban luego en la prensa
local. Hasta la prensa de Málaga llegaban las iras de aquellos niños de once
años.
Pero aquel
día de 1993, la cosa era diferente, hacía dos años exactos que ambos equipos no
se encontraban. Los chicos rondaban los trece años, habían crecido, eran más
fuertes que Robocop y más rápidos que el coche de Batman.
La
"liguilla" entre colegios, que tenía lugar en la provincia, había
revelado que la final sería disputada entre los consabidos rivales. Tres
semanas antes del partido, nuestro entrenador, Don Basilio Guzmán (que además,
era profesor de religión e informática), nos había tenido ejercitándonos
duramente. Don Basilio se rascaba su panza con agitación y limpiaba sus gafas
de culo de vaso continuamente cuando se acercaba la fecha del partido. Había
veces, que entraba a mitad de una clase, fuese la que fuese, para reclamar a
sus jugadores.
-Buenas Juan,
-decía Don Basilio mientras abría la puerta al mismo tiempo que llamaba-, vengo
a llevarme a los chiquillos, que toca entrenamiento.
-¡Pero
hombre, Basilio! ¡Que están en mitad de un examen! -respondía Don Juan Cepeda,
maestro de matemáticas.
-Ya veo...
bueno, no importa Juan, ponles un notable y listo, estos niños son muy listos.
¡Venga, soltad los lápices y arriba!
-¡Pero...! ¿Y
si entro yo a tu clase interrumpiendo un examen? -decía Don Juan, indignado.
-Pues te
cedería gustosamente a los alumnos y les pondría un sobresaliente, porque sé
que iban en misión de capital importancia.
-¿Y te parece
que jugar al fútbol es más importante que un examen?
-¡Alto! ¡Por
ahí no, Juan, por ahí no! -respondía Don Basilio con contundencia y cambiando
el gesto, pasando de la afabilidad al enfado. - No es sólo un partido de
fútbol, ¡es la defensa de nuestro nombre, del colegio! ¡es nuestra segunda
casa! ¡es el honor a la memoria de todos los que nos precedieron! ¡es el honor
de tus descendientes! ¿acaso crees que un hijo tuyo te volvería a mirar a la
cara si tu ahora mismo no dejas salir a estos chiquillos y por culpa de esa
nefasta decisión provocas nuestra derrota? ¿te podrías mirar a la cara?
-Hombre...
yo...
-No sé si te
podrías mirar a la cara, pero estoy seguro que el resto de compañeros no lo
harían.
Y así es como
Don Basilio nos sacaba de las clases para entrenar durante aquellos días. Con
cualquier otro profesor, aquello podría ser una bicoca, una oportunidad para
"hacer novillos", pero Don Basilio nos sacaba de la lumbre que
provoca un examen y nos metía en la hoguera que provocan sus entrenamientos.
En aquella
época no se entrenaba como hoy. Algunos tenían chandals de gimnasia que daban
un calor tremendo, de una tela que quizá se usaba también para aislar satélites
en el espacio, para evitar que el calor solar los dañase; otros, tenían que
conformarse con camisetas de propaganda, de arroz, de calzados Zamora, o de
Muebles Marcelino. Y en general dábamos
gracias que teníamos una especie de uniforme deportivo pagado por el colegio,
de calidad ínfima y que además picaba. Pero ese uniforme no se usaba en los
entrenamientos, para evitar rotura o suciedad. Así que entrenábamos con lo que
cada uno llevaba. Ahí he visto a muchachos corriendo con pantalones de pana,
sandalias, botas, camisas de cuadros y hasta con muletas. El mismo Don Basilio
corría con sus zapatos negros, su camisa de líneas finas y su corbata.
Solamente cuando estaba agotado, se permitía aflojar ligeramente el nudo de la
corbata.
Dos semanas
antes del partido, Don Basilio nos convocó en el salón de actos, que tenía un
escenario pero no tenía proyector ni pantalla gigante, no, eso era cosa
futurista o de cines. Lo que había en aquel 93 en las escuelas era una tele
normal corriente, de tubo “culona”, en un carrito con ruedas. En la bandeja
inferior había un vídeo VHS conectado. Ese carrito se ponía delante de los
alumnos y se procedía a dar al "play". A veces, como las cintas no
estaban rebobinadas, al darle al play salían unos segundos del final, con lo
cual, se jodía el argumento. El caso es que el profesor nos puso una cinta y
vimos al equipo de Churriana entrenando.
-Esto que
véis, -dijo el profesor desde la penumbra del salón- ha costado sangre conseguirlo...
fue Don Matías, que con una valentía inaudita, se adentró con la videocámara en
el campo de Churriana. Todo para obtener estas imágenes secretas.
Don Matías
llevaba dos semanas de baja. Ahora lo comprendía todo. En las imágenes se veían
a los chavales entrenando y haciendo pases de balón. En cierto momento dado,
alguien señalaba al cámara, a Don Matías. Entonces, uno de los niños de
churriana, tomaba algo del suelo que no se distinguía bien, parecía una piedra
o similar... y la lanzaba contra la cámara. Se podía percibir el impacto, la
cámara cayendo al suelo y el fin de la grabación.
-¿Don Matías
se encuentra bien? -preguntó Fernando.
-Vamos a lo
importante ahora... -exclamo el profesor mientras suspiraba y hacía retrocer la
grabación.- Aquí podéis ver el rostro de vuestros rivales. Estudiad sus
facciones, memorizad sus movimientos, pensad en ellos día y noche. Si vas a
comer, que sea con estas imágenes en la mente, si vas a cagar, que sea pensando
en cómo se mueve esta gente. Estudiad esta grabación.
Por la tarde,
quedamos todos los niños en casa de Ramón. Después de merendar mientras veíamos
un episodio de Bola de Dragón, tuvimos un debate.
-¿Qué pensáis
del partido en Churriana? Cuando hemos jugado contra ellos, siempre ha sido en
Málaga– preguntó Paco.
-Creo que
esto se está saliendo de madre –dijo Juan-, los de Churriana son gente
peligrosa, y si están en su campo, puede pasar de todo…
-Yo estoy por
ponerme un trozo de cartón debajo de los calcetines, protegiendo las espinillas,
porque esos entran con el pie por delante. –añadió Fernando.
-Y en el “costao”
también, hay que ponerse cartón debajo de la camiseta porque esos dan unos
codazos cuando están regateando que ni te cuento… -respondió Germán.
-¡Casi es
mejor ni ir al partido! –dijo, temeroso, Ramón.
-¡A ver cómo
se lo decimos al Don Basilio! ¿Cómo nos escaqueamos del partido? –respondió Tomás
preocupado.
Mientras
estábamos hablando, en la tele, que se había quedado encendida, salió un anuncio
de la película Terminator 2. La voz de un narrador decía: “¡El gran éxito de
las pantallas, ya en venta directa, para que la disfrutes en casa! Luego salían
imágenes de la película en varias situaciones y finalmente, el Terminator, con
gafas de sol, decía: “Sé valiente y compra esta película”. Vale, posiblemente
habían doblado el anuncio de una manera cutre, pero aquello nos sirvió de
inspiración…
-Mirad,
Terminator tiene su cuerpo interno de metal –les dije- y “el malo” le da tantos
tiros que casi lo revienta.
-¿Y qué
quieres decir con eso? –dijo Paco
-Pues que no
nos protegerán cartones escondidos, ni plásticos ni nada. Tenemos que echarle
cojones y jugar como sabemos hacerlo. Si los de Churriana van a pegar, pues ya
nos protegerá Don Basilio, que es como Terminator, está ahí para proteger a los
alumnos.
No entiendo
por qué mis palabras convencieron a los compañeros. Quizá en esa edad,
estábamos flipados, pero pensar que Don Basilio, a pocos años de la jubilación,
con panza y gafas, era capaz de convertirse en Arnold Swarzenegger… era una
fantasía extrema.
Después de la
charla, pusimos un rato la videoconsola y echamos unas partidas al Contra y al Mario.
Viendo aquellos muñecos pixelados de 8bits, atacando al personaje principal, pensé
durante un instante, si el encuentro contra Churriana tendría un “game over”
similar…
Sin embargo,
un día antes del partido, ocurrió un hecho de gravísima importancia que hizo
cambiar todo. Permítanme que me refresque la boca con un trago de mojito y
luego seguiré narrando esta crónica. Un suceso increíble que quizá nos hizo
definirnos como lo que hoy somos.
Continuará...