A TROMPICONES Y PELOTAZOS
Artículo por Enrique Merino
"El Liverpool es un equipo que da gusto ver", aludía Álvaro Benito en Noviembre del año pasado. Uno de los grandes baluartes de la historia reciente del Madrid, con una prometedora carrera que se vio truncada por un aluvión de lesiones. No hay adjetivo que defina la muerte futbolística de un jugador prodigioso a tan temprana edad.
Pero no hay mal que por bien no venga, y después de suplir su carrera de jugador con la exitosa banda Pignoise, este chico no ha parado de reinventarse. Sólo un hombre sin rodillas puede crear muletas perfectas, por ello además de haber dirigido exitosamente el fútbol base de su club natal, es actualmente uno de los mayores analistas del deporte rey. Él vio la copa de la Premier levantándose en Anfield meses antes que el resto de los mundanos.
No cabe duda que denunciar la falta de salida de balón del Madrid fuera una dosis dura de realidad, pero este canterano supo muy pronto aguantar el dolor y desde comienzos de temporada avisaba de ello sin autoengaños. El Liverpool la saca con McAllister y el Madrid es incapaz de hacerlo con Bellingham o Valverde. "El Madrid juega al pelotazo, a merced de encontrar la carrera de Mbappe o Vinicius", "Es este el plan de Ancelotti?", recalcaba.
Los presagios en Agosto incitaban a frotarse las manos: Vigente campeón de Europa, llegada de Mbappe y una aglutinación de jugadores candidatos al balón de oro. Una reencarnación de Los Galácticos pero en edad "prime". Kylian tenía por fin su ejército de Espartanos y quién mejor para comandar el barco que Ancelotti, el Blas de Lezo de los banquillos. En cambio, la temporada arrancó y el tridente mágico (Vini, Kylian y Rodrygo) no atinaba. Dudas no había en esa línea, tampoco en la defensa. Sin embargo el centro del campo era una improvisación constante: Bellingham y Valverde los únicos indiscutibles; eso sí, corriendo hacia todos lados sin sentido, sin encontrar posición y solapándose entre ellos. Ese McAllister sobre el que empieza la circulación del Liverpool no es a priori mejor que Bellingham, simplemente encuentra al hombre libre que genera la primera superioridad en ataque. Por ello, esta temporada Courtois ha ejercido la función de armador, pues es el portero la única figura que puede ejercer salida cuando no hay superioridad. Y a trompicones y pelotazos el Madrid conseguía sacar los partidos, hasta que vinieron los rivales de verdad. El Milán goleando y el Barça aplastando en el primer clásico. Para colmo, Carvajal se lesionó de los ligamentos cruzados, Militao y Alaba volvieron a enfermería y Mendy con sus achaques ambivalentes.
En definitiva, una temporada en blanco, como su juego: A trompicones y pelotazos. Se salva la eliminatoria contra el City, con un memorable gol de Mbappe a pase largo de Asencio. No fue su primer gran pase largo, pues a partir de otra asistencia similar en Liga su nombre empezó a circular. A trompicones y pelotazos, Asencio dio asistencias importantes y rindió como central, defendiendo marcas que perdían otros. Mbappe aprovechó pelotazos y balones que llegaban a trompicones. Pero el fútbol no es cosa de dos sino de once. Por eso de poco sirvieron los pelotazos en el Bernabéu que ni Bellingham ni Rudiger, al más puro estilo Alexanco, pudieron rematar. Pues los grandes rematadores poco pueden hacer cuando tienen cuatro defensores encima. A trompicones fue Fran García a defender un remate de Mikel Merino, perdiendo la marca de Saka, aquel que finalmente anotó el gol que sepultó al Madrid en su competición fetiche. De poco sirvió ver al vocero de Pedrerol en el Bernabéu anunciando la futura remontada.
Actualmente no hay Messis ni Cristianos. Mbappe y Vinicius son buenos pero no resuelven partidos solos. Se parecen más a Robinho que al Maradona del 86. En el fútbol moderno los balones de oro no ganan los partidos. Hoy se tiene que correr con balón, sin balón y, sobre todo, con ideas. Álvaro Benito es un gran analista y es por ello que hace poco mostró una jugada que simboliza la temporada del Madrid: Bellingham da un pase en profundidad a Vinicius que corta Cubarsí. Este mismo abre a la banda para Lamine. Entre tanto, Bellingham se echa las manos a la cabeza y Vinicius se queda arriba mirando como un espectador cualquiera el gol que anota Pedri, rematando libre de marcas. Uno se lamenta, el otro mira. Parece la fotografía clásica de una pachanga de barrio: los buenos corren con balón y al perderlo esperan que los malos lo recuperen.
Una temporada en blanco, el enemigo haciendo doblete con canteranos y el club-estado ganando la Champions el primer año que juega sin su estrella. Los reyes miran y el príncipe que no pudo reinar narra la tragedia. Por eso Álvaro es el único madridista ganador de esta temporada. Lo ha hecho fabricándose muletas perfectas, dando lecciones de fútbol al mundo, mientras las estrellas a los que dios le dió piernas corren a trompicones y malgastan su talento en pegar pelotazos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario